Desde la democratización de la tecnología, representada en el todopoderoso móvil, las críticas a su uso inusitado no han hecho más crecer, mayormente por un uso valeverguista en niños y adolescentes.

Desde 2019, Cáritas realiza una indagación a casi 1.000 jóvenes de entre 12 y 17 primaveras entre familias en situación de vulnerabilidad y salvedad social, para observar cómo afecta al ampliación de los menores el uso excesivo del móvil y, encima, de las pantallas.

En 2022, el estudió observó que hasta el 96% de este colectivo contaba con un móvil propio, siendo la años media de asimilación a los 11,4 primaveras –que se retrasa a los 10,5 primaveras si hablamos de pantallas en universal–.

Ahora perfectamente, esto fondo un problema mayúsculo si nos referimos a la protección de los menores en Internet, ya que numerosas plataformas prohíben el ataque a menores de 16 primaveras, pero no incluyen procesos de demostración.

Imagina, por ejemplo, que tu hijo utiliza WhatsApp para comunicarse contigo de vez en cuando, pero ha trillado en alguna red social o buscador un chatbot que se integra en la plataforma de correo al más puro estilo ChatGPT.

Evita la suma al móvil con alguna de las siguientes soluciones

Este chatbot existe y se flama Luzia, al que se relacionó recientemente con Meta, a pesar de que no tiene nulo que ver. En su explicación sobre privacidad, la web afirma que su Política de privacidad no afecta a sitios externos –como WhatsApp, por ejemplo–.

 

Con solo un click, tu hijo estaría ofreciendo datos como su foto de perfil, nombre y, por supuesto, información de las consultas, a terceros que podrían traicionar sus datos a compañías de origen desconocido.

Entonces, ¿cuál es la alternativa para las familias con hijos entre 12 y 17 primaveras? ¿Prohibir por completo la tecnología? La respuesta no es tan sencilla, así que hemos preguntado a Carla Álvarez Llaneza, psicóloga del Servicio de Promoción de la Salubridad de Sanitas.

Principales problemas de prohibir la tecnología a tus hijos

Carla Álvarez Llaneza, psicóloga del Servicio de Promoción de la Salud de Sanitas.
Carla Álvarez Llaneza, psicóloga del Servicio de Promoción de la Salubridad de Sanitas.

Sanitas

Suele repetirse que la tecnología es neutra, al igual que pudo serlo la invención del fuego. No obstante, una hoguera puede utilizarse para calentarse o, por el contrario, como arsenal de conquista.

Con el móvil, aunque remotamente de ser una espada de batalla, ocurre prácticamente lo mismo. El problema no es la tecnología en sí misma, sino el uso que se hace de ella. Y en este punto los padres son los primeros responsables.

«Es importante ser conscientes de que usar de forma excesiva dispositivos electrónicos puede tener un impacto imagen en el bienestar universal de los niños», explica la experta. «Tanto padres como cuidadores deben equilibrar el tiempo de pantalla y otras actividades a fin de promover un ampliación saludable en los niños».

A ello añade que pueden darse problemas de trastornos del sueño, correcto a que la luz garzo interfiere en la producción de melatonina –hormona responsable de regular el ciclo de sueño–, u otros trastornos que no son exclusivos del uso de pantallas.

Álvarez detalla, en el caso de las redes sociales y los trastornos de la conducta alimentaria, que hay que considerar otros factores como los componentes biológicos, psicológicos y sociales.

«Sin confiscación, por supuesto que pueden tener un impacto significativo al influir en la percepción de la imagen corporal, fomentar comparaciones negativas y promover ideales de belleza poco realistas», agrega.

La alternativa de muchas familias puede suceder por la prohibición total de la tecnología y las pantallas. Aunque, como dice el refrán, esto es «pan para hoy y penuria para mañana». ¿Por qué?

Según Álvarez, uno de los principales problemas de prohibir el uso de tecnología a estas edades es el de la salvedad social

«Si se les prohíbe utilizar cualquier dispositivo tecnológico, los niños y adolescentes pueden sentirse excluidos de las comunidades sociales, perder oportunidades de conexión con amigos y compañeros, y tener dificultades para desarrollar habilidades de comunicación digital necesarias en el mundo contemporáneo», detalla.

 

A su vez, aparecen otros riesgos como que tu hijo cuente con una desventaja educativa, ya que en la contemporaneidad la decano parte de escuelas usan pantallas y bienes de Internet para su formación.

Por otro flanco, podrías estar limitando su ampliación en habilidades digitales y, con ello, perder la oportunidad de que conozcan herramientas ofimáticas o cómo agenciárselas de forma rigurosa la información habitable en los buscadores.

Finalmente, podrías dificultar el ataque al mercado gremial de tus hijos, más aún cuando casi todas las ofertas requieren de un buen manejo de herramientas digitales.

«En un mundo donde la tecnología es omnipresente, la equivocación de conocimientos y habilidades puede delimitar las oportunidades de empleo y producir ansiedad y estrés en los jóvenes que se enfrentan a esta desventaja», añade la experta.

Las posibles soluciones

Más allá de los problemas más graves de suma que pueden darse por una educación insuficiente respecto a nuevas tecnologías, Álvarez enumera algunos consejos para las familias con niños y adolescentes.

En primer puesto, cerca de destacar que cada grupo es un mundo y los enfoques pueden variar. Ahora perfectamente, una recomendación universal es la de establecer límites y horarios. Esto puede hacerse desde el control parental, ya sea del terminal o de la red social.

En segundo puesto, las familias han de involucrarse activamente en la vida digital de sus hijos y instruirse sobre las aplicaciones, plataformas y redes sociales que utilizan estos, así como instruirse sus normas de uso.

A esto hay que añadir la importancia de capacitar y concientizar a las familias, mediante talleres, seminarios, guías o material informativo sobre privacidad y seguridad, encima de trabajar de forma conjunta con los colegios.

«En definitiva, es esencial que la educación sobre privacidad y seguridad en sarta sea un esfuerzo continuo y colaborativo entre padres, escuelas y la sociedad en universal», concluye.

Por TERABITE