Hayas volado más o menos, seguro que hay unas cuantas rutinas que aplicas casi de forma mecánica cada vez que entras en un aeropuerto para coger un avión: soportar la polímero de embrollo a mano, dejar las llaves, el cronómetro y el móvil en una bandeja ayer de producirse bajo el meta de seguridad, controlar perfectamente qué y sobre todo cuántos líquidos llevas en la maleta… Si tienes pensado esfumarse en breve a Nueva Zelanda puede que a ese ceremonial debas añadirle un paso más: el de subirte a una balanza para que puedan pesarte.
El semblante es más importante de lo que pueda parecer.
«Pase a la balanza, por cortesía». Una invitación parecida a esa es la que escucharán hasta el 2 de julio miles de viajeros de Air New Zealand, la aerolínea de bandera neozelandesa. Y por un motivo que poco tiene que ver con la curiosidad de su personal o el afán de lograr datos. Cumpliendo un requisito de las autoridades del país, la compañía está completando una averiguación sobre el peso del pasaje.
El estudio es voluntario, se realizará entre el 29 de mayo y 2 de julio, quiere ceñir una muestra de 10.000 personas y se centrará en los pasajeros de ciertos vuelos de la red internacional que despeguen del aeropuerto de Auckland, al boreal del país. «Sabemos que subirse a la balanza puede resultar desalentador. Queremos reforzar a nuestros clientes que no habrá ninguna pantalla visible —recalca Alastair James, doble de la compañía—. Nadie podrá ver su peso, ni siquiera nosotros. Será totalmente secreto».
¿Y por qué lo hacen? Por una cuestión de seguridad y eficiencia. La compañía recuerda que ayer de cada despegue el piloto debe conocer el peso del avión cargado y cómo se equilibra. Y para lograrlo necesita datos lo más precisos y actualizados posible, que es lo que pretenden tanto la aerolínea como la Autoridad de Aviación Civil de Nueva Zelanda con su nuevo estudio.
«Pesamos todo lo que va en el avión, desde la carga hasta las comidas a costado, pasando por el equipaje de bodega. Para los clientes, la tripulación y el equipaje de cabina usamos pesos medios que obtenemos haciendo este estudio», zanja James: «Es sencillo, voluntario y nos ayuda esfumarse de forma segura y eficaz».
¿Es la primera vez? No. Ni es esta la primera vez que realiza una prueba de este tipo ni Air New Zeland es la única aerolínea que participa en iniciativas similares. En 2021 la compañía neozelandesa ya impulsó una campaña parecida, aunque en aquella ocasión se pesó a los clientes de su red doméstico. «Ahora que los viajes internacionales han vuelto a funcionar, es hora de que sus pasajeros participen», detalla la compañía. Con los datos que obtenga, podrá calcular el peso promedio de los clientes, secreto por ejemplo para una administración más competente del combustible.
The Telegraph precisa que Nueva Zelanda permite a sus aerolíneas estimar el peso de los pasajeros de varias formas: con encuestas periódicas para calcular los títulos promedios o en cojín a un valencia en serie fijado por las propias autoridades, que estiman unos 86 kilos por cada viajero anciano de 13 primaveras, incluido el equipaje. El cantidad por supuesto no es fijo, ni inamovible. Hasta 2004, última vez que se actualizó, se calculaba unos 77 kilos por cada viajero.
¿Y más allá de Nueva Zelanda? Lo mismo. Air New Zealand no es la única interesada en aprender cuánto pesan sus viajeros. La propia Agencia de Seguridad Aérea de la UE (EASA) ha realizado encuestas similares para examinar la masa promedio de los usuarios y su equipaje a nivel doméstico, internacional e intercontinental. En 2008 realizó un estudio basándose en el trabajo de JAA y en 2022 contrató a Lufthansa Consulting para que revisase sus títulos.
El trabajo de campo se centró en seis aeropuertos de Grecia, Bélgica, Dinamarca, Italia, Alemania y Bulgaria y se centró en el peso medio de los pasajeros y equipaje de todo tipo. En total los técnicos encuestaron a más de 4.100 personas y obtuvieron unos 1,9 millones de conjuntos de datos de bultos facturados.
¿Por qué repetirlos entonces? Para manejar datos actualizados. El documentación de la EASA no arrojó grandes variaciones en cuanto a pasajeros, por ejemplo —los hombres pesan de media 82,2 kilos y las mujeres 67,5-, pero sí en lo que se refiere a equipaje facturado: de media pesaba 16 kg, 0,8 kg menos que en 2008.
Es más, la agencia reconoce la condición de revisar el cantidad en previsión de cómo hayan podido influir el COVID o el teletrabajo. «Oportuno al impacto de la pandemia […], sugerimos un estudio similar en cinco primaveras para excluir esos bienes y asimismo los posibles cambios en el propósito de los vuelos, por ejemplo, oportuno al trabajo a distancia, con tal vez menos viajes de negocios y más de ocio», señala el organismo.
Previsores… pero con razones. La cautela de la EASA o las autoridades neozelandesas podría parecer exagerado, pero lo cierto es que el peso de los pasajeros no es un valencia inmutable. La última averiguación doméstico de sanidad muestra por ejemplo que la tasa de obesidad en Nueva Zelanda ha experimentado un repunte: en adultos ha pasado del 31 al 34% y la de la población pueril se incrementó del 10 al 13%. El World Obesity Atlas 2023 vaticina asimismo que más de la parte de la población mundial padecerá sobrepeso u obesidad en 12 primaveras si no se adoptan medidas de prevención y afronta el problema.
España no es una excepción. Los datos recogidos por EP Data muestran un incremento considerable del porcentaje de población con obesidad entre los primaveras 80 y 2017 y el problema es especialmente preocupante entre los más jóvenes. Según un documentación realizado por la Iniciativa de Vigilancia de Obesidad De niño (COSI), ayer de la pandemia el 39% de los niños españoles de entre siete y nueve primaveras padecían sobrepeso y el 12% obesidad, lo que convierte a España en el tercer país europeo con más casos de sobrepeso pueril.
Imagen de portada: Suhyeon Choi (Unsplash)
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