Ya es oficial: El Chiquillo ya está aquí. No solo eso. Las previsiones de la NOAA son claras: hay un 56% de posibilidades de que se vuelva «esforzado» antiguamente de que llegue el invierno. Y eso solo significa una cosa: problemas.
¿Qué es exactamente ‘El Chiquillo’? Lo que conocemos como El Chiquillo-Oscilación Meridional (o ENSO, por sus siglas en inglés) es un aberración climático cíclico (aunque poco irregular) que tiene grandes posesiones sobre el clima mundial.
Es el mejor ejemplo de que la temperatura de los océanos y la circulación atmosférica tienen una relación muy estrecha. Durante la etapa cálida (durante El Chiquillo propiamente dicho), la desatiendo de vientos alíseos que refresquen la superficie hace que la temperatura de las aguas del Pacífico se dispare. Eso espolea los termómetros de todo el planeta.
No es una forma de platicar. «Hay un 98 % de probabilidades de que al menos uno de los próximos cinco primaveras, así como el quinquenio en su conjunto, sean los más cálidos de ningún modo registrados», son palabras de Estructura Meteorológica Mundial. No es una predicción muy arriesgada teniendo en cuenta que llevamos haciendo temperaturas récords desde hace primaveras, pero eso no la hace más tranquilizadora.
Como explican desde AEMET, «El Chiquillo, a través de diferentes teleconexiones atmosféricas, da división a condiciones más secas de lo frecuente en determinadas partes del mundo; mientras que en otras provoca más precipitaciones. Unos países tienen que hostilizar con sequías importantes y otros, con lluvias torrenciales». Esos son los problemas.
«El mundo no está preparado». Hace unas semanas, Bill Mcguire defendía precisamente esto. Vasta mirar a los datos para ver que no le desatiendo razón. 2022 ha sido un año extremadamente caluroso en todo el planeta y lo ha sido pese a que La Pupila lleva tres primaveras conteniendo las temperaturas de todo el planeta. Un 2023 o un 2024 sin ella puede situarnos en escenarios térmicos nunca vistos.
Ya lo estamos viendo en el Atlántico meta, por ejemplo, con consecuencias positivamente imprevistas. Y no es solo una cuestión de récords de temperaturas, es lo que estos procesos traen consigo: como explicábamos hace unos meses, en buena parte del mundo, esas altas temperaturas se traducirán en sequías aún más pronunciadas (el suroeste de EEUU vive la sequía más alto en 1200 primaveras, por ejemplo), en reducción de cosechas y en problemas energéticos (por no salirnos de EEUU, la presa Hoover ya ha corto a la porción su producción de energía por la desatiendo de agua).
¿Y en España? Va a parecer una obviedad, pero España está muy allá del Pacífico ecuatorial. Eso significa que los posesiones reales de El Chiquillo son mucho menos evidentes que en otras partes del mundo. No obstante, hay poco que aparece de forma recurrente al analizar episodios anteriores: una cierta correlación con otoños lluviosos.
La explicación es que, a diferencia de La Pupila, el Chiquillo pone a nuestra región geográfica bajo la influencia de una circulación subtropical más intensa de lo frecuente. Esto (sobre todo, cuando la NAO es negativa) produce condiciones favorables para que las borrascas atlánticas lleguen hasta la Península. En Canarias el impresión no está tan claro.
Ayer del otoño. No obstante, es importante tener claro que eso no significa ausencia. Aunque con El Chiquillo los otoños sean más lluviosos, no podemos afianzar que eso vaya a ocurrir este año y la incertidumbre nos deja en una situación muy complicada.
España lleva semanas con anomalías positivas de precipitaciones y eso, aunque es una buenísima mensaje en el extenso plazo, a corto empieza a ser un problema. Como defendía Roberto Granda, «tanta tromba a destiempo es perjudicial para muchos cultivos» y «de hecho, ya hemos perdido cosechas (véase cereza)». Pero eso es solo el aperitivo, si la anomalía siguiera mucho más tiempo las plagas de hongos se llevarían muchas más cosechas por el camino.
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Imagen | NOAA